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Quiero iniciar enviando un saludo a todos mis colegas amantes …

Y cuando me refiero a “amantes” estoy incluyendo a todos los médicos, independientemente de su especialidad o su área de trabajo en el hospital.

Como todos aquí, soy una persona apasionada por mi profesión y como algunos de ustedes saben, la investigación me entusiasma más de lo normal y de acuerdo con esta condición acudí al método científico para hacer este discurso y comencé por plantearme una pregunta:

¿Qué es un médico?…

Empecé  haciendo una búsqueda del término MESH: “Physician”. El resultado que obtuve fue: “Individuo licenciado para practicar la medicina”,  lo que me llevó a mi siguiente búsqueda: “medicina”. Pubmed me mostró que se define como “el arte y la ciencia de estudiar, realizar investigaciones, prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades, así como el mantenimiento de la salud”.

Esto me recordó que el fin último de la medicina no es la búsqueda de la verdad, sino el poner al servicio de nuestros pacientes dicha verdad. Es en efecto, el arte de cuidar.

Esta búsqueda inicial me llevo a mi siguiente pregunta de investigación: Qué es SER un médico? Encontrando un sin fin de respuestas en la literatura médica.

Muchas hablaban del carácter humano que implica la medicina, el alto sentido científico que debe poseer un médico, el papel social y político de un galeno en la comunidad; pero  después de leer distintos enfoques, mi  conclusión es que ser un médico es ser un amante y es por eso que en esta ocasión me he permitido saludarlos de tal manera.

Un amante es una persona que entrega todo,  cuerpo y alma a otra persona. Que sin importar el tiempo, el esfuerzo físico, económico o sentimental que tenga que hacer por esa persona y su bienestar, el amante siempre será incondicional para con su amado.

Los médicos somos los amantes más francos y fieles con nuestros pacientes.

Decidimos ser médicos por muchos motivos pero cuando finalizamos nuestros estudios de medicina todos entendimos que la medicina y por lo tanto los pacientes son y seguirán siendo hasta el fin de los días, nuestros eternos amantes.

Ser médico, es apostar por la diferencia; es ser capaz de pensar, de actuar, de ejecutar en medio de la confusión que la enfermedad significa; es saber desenvolverse en medio del llanto, del sudor, de la sangre, del dolor, de la embriaguez, de la locura, de los gritos, de la desesperación, de ese espantoso escenario dantesco que puede significar cualquier servicio de Urgencias, Cuidado Intensivo o Quirófano. Solo nosotros podemos entender la felicidad tan grande que significa que después de un turno de trabajo incansable podamos decir: “Tranquila mamá, su hijo va a estar bien”.

Esta locura, queridos colegas, solo la puede hacer alguien muy enamorado.

El mejor ejemplo de afecto incondicional es cuando nuestra relación con los pacientes resulta siendo una experiencia grata para ambas partes: para el paciente, al sentir que a pesar de la vulnerabilidad que significa entrar a un hospital, encontró una mano amiga que lo acompañara en el proceso de su enfermedad, y para el médico, al  reconocer que a pesar de sus limitaciones está dando  todo de sí mismo para ganar la batalla contra cualquier padecimiento.

Con esta reflexión, vino a mi cabeza la siguiente pregunta: ¿Qué es ser médico del Hospital Infantil Los Ángeles? Entendí entonces, que es poder expresar y dar todo nuestro amor a los niños y  a sus familias;  que es tener la fortuna de ser parte de una organización que tiene dentro de sus valores una visión integral del ser humano y de la humanización del servicio; que día a día busca crecer no solo en infraestructura sino en talento humano, con el fin de ofrecerle a nuestros pequeños pacientes lo mejor de nosotros a pesar del reto que esto significa en un sistema de salud que favorece el negocio y no el servicio. El Hospital Infantil Los Ángeles ha sido escuela para muchos de nosotros que hemos desarrollado nuestros talentos, pero lo más importante es que más que una escuela resulta siendo para muchos un segundo hogar.

Tenemos el privilegio de poder ejercer este peculiar estilo de vida con los niños, personitas que con su sonrisa sus abrazos y locuras, nos alientan para seguir cada día aún más enamorados de esta bonita profesión.

Dios nos dio el privilegio de ser sus instrumentos, para mantener la vida que Él nos ha dado. 

Por tanto colegas, hoy que celebramos el Día del Médico, los invito a seguir enamorados ….. a seguir siendo amantes!!

DIANA VANESSA SUAREZ AYALA

Médica Pediatra